lunes, 28 de septiembre de 2009

Revelando visiones

Un pequeño cuento coqueto.


Iba caminando tranquilamente por mi bonito condado. Los árboles empezaban a ser refugio de pájaros, un resplandor naranja convertía a los objetos en oro, mis silbidos se esfumaban en el aire en calma. Todo estaba justo donde lo había dejado ayer, más o menos, a esta misma hora.

Me detuve tranquilo en un pequeño parque. Mi reloj señalaba que había tiempo de sobra y que era momento indicado para el descanso justo. Caminé hacia una de las bancas metálicas y me senté intentando disponer mi cuerpo a la comodidad, y por accidente quedé dormido.

Al despertar, confundido, me encontré hundido en un lugar oscuro, sin arriba y sin abajo, todo me era extraño.  las formas eran difusas, los colores se habían perdido ¿es acaso el infierno el lugar sin color, sin sentido?  ¿Qué he hecho para merecer una existencia de pronto tan pálida, de un solo color, sin destellos de calor, donde todo al tacto es frío? ¿ lugar en donde me encuentro desprotegido, sumiso, controlado por las fuerzas invisibles de la duda y de lo desconocido?

La razón regreso a mi y solventó mi desesperación: Era de noche. ¡Nunca estuve perdido!  Las dulces contracciones de la risa hicieron escapar de mi los síntomas de aquel que  no puede con su alegría.